miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA CRISIS ME LA SUDA*

(*) Yo no soy mucho de sudar – si acaso de transpirar – pero reconocerán conmigo que el título tiene más fuerza tal y como está. "La crisis me la transpira" no muestra la misma intensidad.




Pues sí. No lo he dicho hasta ahora, pero voy y lo digo porque no aguanto más. Estoy hasta la bandera de oir hablar de los vaivenes de los mercados, que yo no sé dónde irán a comprar esos señores del telediario, pero mi mercado de toda la vida, el del Fontán, ni se mueve ni se bambolea. Ahí están las señorinas de siempre vendiendo sus lechugas con los mismos caracoles. Dos por un euro. Lechugas, quiero decir. Los caracoles son gratis. Es que son de casa. Ya, eso ya se ve, si tengo a sus familiares viviendo en mi nevera desde la semana pasada. Los familiares de los caracoles, quiero decir. A los de las señorinas no tengo el gusto de conocerlos.

Yo la primera vez que oí hablar de bonos basura, pensé que se referían a los que te dan al comprar las entradas del cine para ir luego a comer una hamburguesa y me imaginaba al banquero de turno teniendo que cambiar el fast-food por el menú del día de Casa Manolo. El acabóse. Primero empezaron a contarnos la película de tal modo que nos pareciera un mundillo fascinante y lleno de aventuras. Que si se ha pinchado la burbuja inmobiliaria. Que se ha caído el Nikkei. Que el Ibex ha rebotado. Que hay que rescatar a Irlanda. Que el PIB se estanca… Era prácticamente como una telenovela. Un sinvivir. Todo el santo día esperando a ver qué pasaba en el siguiente capítulo. Cómo? Qué te has perdido el de ayer? Pero si fue el mejor de todos, cuando el Estroscan sedujo a la camarera y huyó cual alma que lleva el diablo… y hasta la vecina del quinto, que nunca había oído hablar del Fondo Monetario Internacional, desvelaba cuchicheando en el portal los últimos y oscuros secretos del bodevil financiero-sexual.

Luego los omnidiseñadores del plan maquiavélico llamado CRISIS han empezado a rebuscar términos y meter palabros engorrosos para que el ciudadano de a pie – también llamado peatón – no sepa por donde anda. Atrás quedaron los tiempos en que los contertulios radiofónicos eran hombres versados en múltiples y variadas disciplinas. El invitado de turno ha sido sustituido de golpe y porrazo por el catedrático en macroeconomía de la universidad autónoma de Liliput, que nos cuenta mañana y tarde, de forma agorera y rozando el savoire-faire de Nostradamus, cómo estamos viviendo al borde del abismo y a punto de pegarnos el batacazo del siglo. Pero lo cuenta con tranquilidad y distancia, como si todo estuviera pasando porque a él no le han pedido antes su opinión. Que seguro que con su bolita de cristal y su máster en lógica difusa, seguiríamos en nuestra feliz burbuja. Nota: el profeta de mal agüero suele ser catalán. Lo digo sin acritud, como constatación de un hecho empírico.

A mí, que la burbuja estalle o se quede inflada me es inverosímil, pero el colmo del sindiós en el que estamos inmersos ha llegado con el regreso al cole y las consiguientes protestas un día después del profesorado y profesorada que -oh, cielos, esclavitud- tiene que dar una media de 713 horas de clase al año. 713 horas. Entre 52 semanas: 13,71153846 horas a la semana. Entre 5 días: 2,742307692 horas al día. Diosssss. Ven y libéralos. Pobres criaturas. Esto no es tolerable en una sociedad avanzada como la nuestra. Trabajar casi tres horas al día. Qué indecencia! Qué felonía! Qué atropello! Menos mal que los padres del alumnado y alumnada, reunidos de forma espontánea en asamblea urgente esta misma mañana, han decidido poner toda la carne en el asador para evitar la epidemia. ¿Qué epidemia? Pues cuál va a ser, la griega. ¿No has oído lo del contagio? Menos mal que ya nos ha dicho la jefa de estudios que aquí griegos, lo que se dice griegos no hay, que lo más cercanos son un par de hermanitos rumanos, pero que vienen muy limpios y aseados a clase. Y que este año no van a tener educación física, que vete tú a saber si lo del contagio griego no se propaga por el sudor (o por la transpiración)…



Nota bis: la foto no tiene ni mucho ni nada que ver con la entrada, pero mola mazo.

2 comentarios:

leticia dijo...

claaaaro! y un futbolista "sólo" trabaja 90 min a la semana. además, ¿a qué tanta historia para que un prof. de mates dé mates y uno de filosofía dé filosofía? qué bien! así ahorramos a los (bien preparados)alumnos de selectivo acceder a una carrera, total, si estudias un grado acabas limpiando escaleras...

Esther dijo...

Lo que resulta aún más cansino que la crisis, es el desprecio a los funcionarios en general y a los profesores en particular.

Total, es una profesión de vagos, porque realmente el ingeniero que da Tecnología, el licenciado en exactas que da Matemáticas y todos los demás que conforman el personal docente de un Instituto... han conseguido su Licenciatura y su plaza por su cara bonita.

Yo no conozco a ningún profesor que trabaje dos horas al día.