miércoles, 5 de agosto de 2009

PARA SER FELIZ QUIERO UN CAMIÓN



Miss O'Reilly está triste,
¿qué tendrá Miss O'Reilly?
Los suspiros se escapan
de su boca de fresa,
que ha perdido la risa,
que ha perdido el color.

Miss O'Reilly para ser feliz quería un camión...

O, ya que estamos entre amigos, lo puedo confesar: lo que Miss O'Reilly necesitaba para recuperar su sonrisa era un camionero con su camión, que llevara el pecho tatuado, en camiseta mascara tabaco y a su chica metiera mano...

Pero Miss O'Reilly, después de una intensa labor investigadora, ha comprobado que la figura del camionero tradicional es un leyenda urbana como cualquier otra; que al cocer, todo mengua; y que el camionero-como-Dios-manda no es más que un ejemplar que se extinguió hace años a la par del pájaro Dodo y que ya sólamente se encuentra en periódicos de época o en museos antropológicos.

El camionero actual ha sustituido la camiseta blanca y sudorosa de tirante a lo Marlon Brando por polos de colorines de Ralph Lauren; ha dejado de escupir tabaco por el agujero del canino superior izquierdo y sonríe mostrando una dentadura que parece un anuncio de Vitaldent; ha borrado sus tatuajes de "amor de madre" llenando sus biceps de parches de nicotina para dejar de fumar; come en hamburgueserías americanas de centros comerciales en lugar de deleitarse como antaño en los bares mugrientos de carretera con menús rebosantes de grasa y colesterol...

Atrás quedaron esas cabinas rotuladas con sus "Jennifer" y sus "Vanessas", adornadas con luces rojas de puticlús. En sus equipos sterero-dolby-sorround suenan compases chill-out en lugar del sempiterno "torito bravo" y manicuras perfectas han dejado atrás a las características uñas enlutadas...

El camionero de hoy no erupta ni toma chupitos de Anís del Mono. El camionero de hoy, que ya no es ni camionero ni ná, no sólo ha perdido su virilidad sino también su nombre. El camionero-no-camionero de hoy se llama transportista. Sus retoños dicen en clase que su papá es autónomo en el sector de la logística y se codean tan panchos con las maripilis que presumen de apellido en el colegio trilingüe, pero que no tienen donde caerse muertas.



Miss O'Reilly creía estar triste porque su fantasía de machomán se había evaporado, pero al atisbar la dulce y tierna imagen familiar que luce el nuevo prototipo de autónomo del sector logístico en la cabina de su camión, Miss O'Reilly tiene que reconocer y reconoce que en el fondo se muere de celos porque su propio rostro no sonría a los transeuntes desde los dos metros de altura de su tres-ejes rotulado a todo color
"Ignatia, para siempre"...

1 comentario:

Marina dijo...

Gracias, gracias y gracias, hacía tiempo que no encontraba un blog que de verdad me hiciese reir, empezaba a pensar que ya sólo quedaban blogs sentimentalistas de esos que parece que se te cae el mundo encima y que están llenos de poesías melancólicas que no puedo comprender.
Un besazo desde Mañolandia.
P.D. nunca me había fijado en las postales tan cutres de mi ciudad. Oh my dog!!