martes, 17 de junio de 2008

EL MUSEO JUDÍO DE BERLÍN


Existen museos bonitos con contenidos (quasi) nulos y existen edificios horrendos que albergan colecciones fabulosas.

El Museo Judío de Berlín, obra del arquitecto estadounidense de origen judío Daniel Libeskind es único por albergar en un edificio espectacular un contenido que quita la respiración.

Sin detenerme en el extenso repaso a la historia de los judíos en Alemania que el museo presenta de forma ordenada e interactiva, voy a pararme en tres lugares concretos que son los hitos de todo el simbolismo que marca este original edificio:

El primero es el VOID VOID (Vacío anulado? Vacío vacío?)

Este espacio ocupa un rincón en una especie de callejón sin salida. El suelo cubierto por chapas de acero de 2 cms con formas de cara. Todas de distintos tamaños, pero con la boca abierta en un grito. Al pasear sobre las caras, éstas se mueven con unos golpes sordos y duros que resuenan en el muro de hormigón produciendo un lamento estridente. Resulta imposible pasear silenciosamente por unas caras que gritan mudas. La sensación es indescriptible...



El segundo es el JARDÍN DEL EXILIO



Es el único rincón del museo que está en el exterior. Un cuadrángulo perfecto en el que se alinean gigantescos bloques de hormigón a modo de altísimos maceteros en los que crecen olivos. El suelo tiene una pendiente del 15% y al pasear entre estos bloques y mirar hacia arriba, vemos el cielo, el verde de las hojas… y percibimos un mareo provocado precisamente por el desnivel. Es el exilio. Nos hemos salvado, pero la recompensa todavía no la podemos tocar con la mano, no está a nuestro alcance… y nos sentimos perdidos, desconcertados, fuera de sitio...


El tercero es la TORRE DEL HOLOCAUSTO

Una habitación cerrada de unos 10 metros de altura, forma trapezoidal, paredes, suelo y techo de un hormigón gris. A tres metros sobre el suelo, una escalerilla en el muro que no conduce a ninguna parte. En un extremo del techo una pequeña franja de luz. Es una ranura por la que se cuela un soplo de aire, los ruidos amortiguados de la calle y las risas de los niños de una escuela vecina. No hay salida posible. Es la angustia. Es el final...


Para más información, podéis consultar aquí

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