jueves, 12 de febrero de 2009

SALINAS GRANDES: EL INFIERNO BLANCO

Para bajar al INFIERNO, primero hay que haber subido. Y mucho. La sinuosa RUTA 52, en su camino hacia el Paso de Jama, entre Argentina y Chile, alcanza en los Altos del Morado los 4.170 m sobre el nivel del mar.





El recorrido desde PURMAMARCA es de una belleza sobrecogedora. El sinuoso trazado no sólo compite contra los desniveles imposibles para acaparar la atención del viajero. A cada paso el paisaje nos depara una nueva sorpresa: los distintos minerales (hierro, azufre, cobre...) se mezclan entre sí para dar a las rocas las más variadas tonalidades; los buitres sobrevuelan la zona con la esperanza de obtener algún beneficio; los carámbanos se amontonan en los rincones sombríos y las vicuñas, tímidas y asustadizas, tratan de pasar desapercibidas en el escenario en el que pastan.



Tras la impresionante subida, la ruta desciende ahora para atravesar a modo de inmensa cicatriz negra el inmaculado infierno de las SALINAS GRANDES. El otrora mar hace miles de años, ha dejado tras de sí al evaporarse sus aguas una llanura kilométrica de sal de unos 50 cms. de espesor que se extiende cristalizada en curiosas formas geométricas hasta donde la vista se pierde en el horizonte.





Y es en medio de este surrealista escenario polar donde conviven dos realidades bien distintas:


Por una parte, del turista que se acerca a admirar este milagro de la naturaleza. Por la otra, la vida de los trabajadores de las minas de sal.






Parapetados tras un negro pasamontañas, oscuras gafas de sol y sombrero, su tarea diaria consiste en cavar a base de pico y pala pequeñas piscinas, de unos 2 m x5 m para que el agua, al salir a la superficie, disuelva la sal y esta pueda ser extraida a continuación.






El intenso reflejo solar en la inmaculada superficie, unido a los 3.000 m de altitud, hacen que al menor descuido se produzcan serias quemaduras en las partes expuestas del cuerpo. Aún así, ninguno de ellos trabaja con guantes. A manos descubiertas cavan la sal, afilan los machetes y tallan pequeñas figuritas en forma de llama que luego venderán a los turistas que se acercan a la zona.





Un paisaje deslumbrante y sorprendente. Y unas manos que destilan poesía y desgarro a partes iguales.

Unas manos grandes, oscuras, ásperas, callosas, secas, agrietadas, increiblemente BELLAS...

Las manos del Infierno

5 comentarios:

Anónimo dijo...

IMPRESIONANTE, Ignatia

¡Quien pudiera viajar acompañado de unos ojos que vean las cosas como las ves tú!

Señorita Puri dijo...

alucinante, bellísimo y estremecedor el trbaajo de esta gente

kiko dijo...

que salaos¡¡¡

la carretera me recuerda a la de sa´calobra en mallorca... esa si q es un infierno.

Anónimo dijo...

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fantásticas fotos

estamos tan alejados del trabajo real que cualquier indicio de él nos parece exótico
.

Anónimo dijo...

que bueno que no solo se describa el paisaje , sino tambien el durisimo trabajo de estos hombres que son parte del paisaje y de la realidad de argentina